Cada vez que nos dan clases de amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana;
cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento,
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros
En mi región hay calvarios de ausencia
muñones de porvenir, arrabales de duelo;
pero también candores de mosqueta,
pianos que arrancan lágrimas,
cadáveres que miran aún desde sus huertos,
nostalgias inmóviles en un pozo de otoño,
sentimientos insoportablemente actuales
que se niegan a morir allá en lo oscuro.
El olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda.
En el fondo, el olvido es un gran simulacro;
nadie sabe ni puede, aunque quiera, olvidar.
Un gran simulacro repleto de fantasmas,
esos romeros que peregrinaran por el olvido
como si fuese El Camino de Santiago.
El día o la noche en que el olvido estalle,
salte en pedazos o crepite,
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrará los barrotes de fuego,
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido.
-Mario Benedetti-