Porque los recuerdos son momentos que se esfuman como viento en el aire, que se esparcen como gotas en el agua, que se pierden como nubes en el cielo, y desaparecen como caminos turbantes dejando un abismo, un hueco profundo al saber que sólo son recuerdos, y que jamás volverán a suceder, porque fueron segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, suspendidos en la cápsula del tiempo.
Porque los recuerdos son aquellos que jamás se olvidan, que se quedan impregnados con tinta indeleble para nunca salir de la memoria del corazón, porque fue la risa la cómplice de la alegría, el colchón el testigo de los sueños, la almohada la mejor consejera, la noche la mejor amiga en los día tristes, y las estrellas la mejor luz en los días opacos.
Porque recordar es vivir, pero sólo vivir de los recuerdos es morir, porque es difícil desprenderse de lo que uno quiere, de lo que uno anhela, de lo que uno ama; ¿como se puede evitar lo inevitable?, ¿como se puede hacer para que el tiempo regrese?, para que las caricias, los besos, y los sueños sean inmortales en la mortalidad, convirtiéndose en infinito de lo finito y permanezcan en lo inexistente, y no se quede sólo en un recuerdo vago y austero…
¿Cómo olvidar aquellos momentos?, aquellos recuerdos que se quedan plasmados en la historia de la vida, en los capítulos de cada una de sus páginas, cerrando con un punto final y abriendo nuevos temas por escribir, creando nuevas sensaciones, nuevas etapas, nuevas experiencias.
Porque no es el libro el que se termina al culminar un proyecto, un curso, una relación, una etapa, simplemente son capítulos finalizados para comenzar nuevas experiencias, para realizar lo que antes no se pudo, en ocasiones las cosas llegan a su fin no porque haya algo mejor, sino porque lo que nos correspondía sólo era diferente, el destino no está tallado en piedras, ni nadie lo marca con tinta indeleble, somos nosotros los que decidimos, los que trabajamos en el presente para construir nuestro futuro.
Porque somos los protagonistas de que rumbo debe llevar nuestro libro, nuestros capítulos, nuestros párrafos, nuestras historias, y sólo nosotros escribimos en ellas, y una vez escrito jamás se puede borrar, porque aquí sólo existe esa tinta, y ese pincel, pero no una goma con la que se puedan corregir los errores que se llegan a cometer y se quedan grabados, porque para la vida no existen aberraciones, sólo grandes obstáculos y tropiezos.
El meollo se encuentra en cómo se levante uno después de las caídas, en cómo se esquivan esos obstáculos, y eso es lo que se queda marcado; es lo que se empieza a tallar, porque son esos momentos los que se quedan en el recuerdo, los que nos hacen reír cuando sale el sol y los bellos colores del arcoíris después de la tormenta y el diluvio, porque la vida toma sentido en ese bello momento.
Cuándo vemos la luz de las estrellas en las noches más obscuras, cuando el frío es sólo un abrigo de la soledad que acompaña la tristeza, cuando sentimos esos huecos en donde una vez estuvieron llenos de regocijo e inefables palabras donde las emociones se desbordaban y el calor estallaba; son en esos momentos cuando recurrimos a nuestro jardín de recuerdos, y nos paseamos entre todas nuestras flores para elegir aquéllas que nos impregnen con su dulce aroma, y nos hagan sentir calor en medio del invierno.