Le prometí a varias personas que me daría el tiempo que fuese necesario para hacer una retroalimentación de lo que ahora he hecho con mi vida debido a un reciente conflicto que, de una u otra manera, me hizo perder “un poco más” la cabeza. En este momento me doy el tiempo para agradecer a esas pacientes y valiosas personas por no dejarme sucumbir ante mis dragones ni dejarme convertirme en la nueva versión del jinete sin cabeza… gracias por los constructivos regaños (xD), la motivación y el apoyo moral que me dieron y me siguen dando.
No es nada divertido caer, no es nada divertido tropezar… la verdad es que no lo es. Lo divertido, en mi opinión, lo encuentras en el momento en que te levantas y sientes la satisfacción de voltearle la jugada a esa fuerza que gusta de someternos a quedarnos en el suelo. Sin embargo ¿Qué es lo que sucede cuando te dejas dominar y te conviertes, aunque sea por unos instantes, en esa fuerza y metes tu pie a otra persona haciéndole caer? Si eres lo suficientemente fuerte te podrás deshacer de tal dominio, te arrepentirás, querrás reparar el daño y pedirás disculpas por tu agresión. El problema es que existen caídas que dejan marca y en las que no es posible reparar todo el daño que hiciste.
Vaya que es injusto ver como otras personas pagan por nuestros errores; una de las ventajas de ser humano (y no estoy presumiendo que yo lo sea) es que se cuenta con una gran variedad de emociones que pueden explicar y demostrar tu existencia. La mayoría de las veces, sino es que siempre, por medio de todas esas emociones puedes darte cuenta de que estás vivo aún cuando lo que estés experimentando en un momento dado sea la completa miseria. Si, considero la miseria una bendición… una virtud de ser humano; no tan solo hay que considerar como tales a la paciencia, la nobleza, la alegría, la felicidad, etc. La tristeza, la decepción, el remordimiento, el dolor, la soledad, la angustia, el fiasco… Todas esas emociones provienen del amor, y siempre me han enseñado que nada que venga del amor es malo; al contrario, también define quienes somos. De lo que nos debemos cuidar es del odio, el resentimiento, el orgullo… la derrota.
Confieso que yo misma me he dejado llevar por esa fuerza que intenta someternos y he provocado caídas a personas que no lo merecían; y aunque provoqué heridas irreparables que me recordarán siempre las pérdidas que tuve, no voy a quejarme por el dolor que me causan… de no sentirlo ni llevarlo sobre mis hombros me habría decepcionado aún más de mi misma, y no me sentiría tan humana como me siento ahora.
Quizás no parezca suficiente pero, con mi corazón al descubierto en la mano, nuevamente le pido disculpas a quien dañé, sin otra cosa más que decir por ahora que de verdad lo lamento mucho. En cuanto a mí, al levantar la mirada me doy cuenta de que mi camino no termina aquí, aunque en un momento lo llegué a pensar; es interesante ver como la vergüenza y la culpa no te permiten ver que la oportunidad de progresar, ser mejor y cumplir tus anhelos aún no la has perdido; si algo he aprendido es que no está en uno el juzgar ni condenar a nadie… aún cuando se trate de uno mismo. Le doy gracias a una excepcional persona por sus palabras cuando yo misma no dejaba de enjuiciarme por mis errores:
“… Son solo cosas que hiciste, no significa que tú eres así; la gente comete errores ¿sabes? Quien eres tú está bien… más que bien.”La vida es una tormenta. Un día estás sentado bajo el sol y al día siguiente la marea te lanza contra las rocas; lo que te convierte en lo que eres es lo que haces cuando viene la tormenta; debes enfrentarla y gritarle que puede hacer lo que quiera… porque así como ella, tú harás lo mismo. Entonces el destino te conocerá como lo que en realidad eres.
La definición de locura es repetir la misma conducta una y otra vez esperando distintos resultados.
Me he dado cuenta de cual es uno de mis más grandes errores; siempre he sido una persona que hasta ahora se había mantenido reacia a comprender que no puede controlar todo lo que se mueve a su alrededor y que no puede sobrevivir sin ayuda. Ahora sé que no se puede crear de la nada objetos, situaciones o personas con el objetivo de compensar lo que siempre te ha hecho falta… porque confieso que hasta ahora eso era lo que yo hacía. Que mis emociones dependieran de las personas que me rodean jamás me gustó, y que cada intento por crear un lazo con alguien más siempre fallara mucho menos.
Quizás el problema es que hasta ahora solo me enfocaba en el objetivo y hacía lo necesario, fuese de verdad o inexistente, para llegar a el. Mi confianza se perdió, la necesidad de manipular a mi antojo lo que me rodeaba crecía a cada instante y por cortos momentos la “realidad” se volvía fascinante; pero como es de suponerse al final las cosas no resultaban mucho mejor o menos peor… el aire nunca ha sido el mejor cimiento; y necia, como suelo serlo, repetía la misma conducta una y otra vez…
La desesperación no es una buena amiga al momento de fijarse un objetivo; hace que se te olviden los detalles. Es como en mis partidos de baloncesto. Corres mientras rebotas el balón hasta el tablero y lo único que piensas es hacer una anotación; pero eso está mal, porque cuando te concentras en un área solo ves algo del tamaño de un cacahuate y piensas: “maldita sea, ¿tengo que meter el balón en ese aro tan pequeño?” Psicológicamente ya fallaste. No te das cuenta de que el aro, la decisión del árbitro, el puntaje o el equipo contrincante no puedes controlarlos y solo te harán presionarte… lo que debes hacer es olvidarte de todo eso. Al contrario, debes pensar en las cosas pequeñas, las cosas que puedes controlar. Puedes controlar tu ritmo, tu equilibrio, tus dribles, tu respiración, tu rebote, tu postura al hacer un lanzamiento, tu fuerza, tu seguimiento; debes pensar en las cosas pequeñas y sólo en esas cosas pequeñas, porque cuando sueltas el balón… se acabó. No puedes influir en lo que pasa allá. El trabajo es de otro.
Creo que para volver a empezar esto será lo básico; comprender que no tengo porque hacerlo sola; puedo controlar las cosas pequeñas, luego tengo que soltarme y lo demás depende de otro.
Confiaré en el resto como ha hecho conmigo siempre y le daré la oportunidad a la verdadera magia para que demuestre su poder y se refleje a mí alrededor… pero ahora sin trucos, y sin ilusiones falsas.